La manera en que se consume cultura se transformó definitivamente (en muchas personas) o lo hará en los próximos años (en tantas otras). La masividad de las nuevas tecnologías, que facilitan el acceso a Internet, está marcando el ritmo de una revolución. Un cambio de paradigma que es cultural, pero también social y hasta político: hoy, todos somos productores y consumidores de contenidos (los “especialistas” prefieren llamarlos “prosumidores”). En ese contexto, ya no hace falta encender la tele para “ver tele”. Hoy, la tele se ve en todo tipo de dispositivos móviles, cuando y donde se quiera. De la misma forma que la TV abierta fue perdiendo público en los últimos años, la TV tradicional –esa que se veía según los caprichos de un programador– también empieza a quedar relegada como medio para consumir contenidos televisivos. Ya no tiene la exclusividad de antaño. De igual manera, cabe entender que medir los mensajes que se están transmitiendo en un medio tan poderoso y cercano, como lo es la televisión, es de vital importancia para el emisor y, también, para el receptor. Así existan nuevos retos en el nuevo milenio, con respecto a la cantidad inmensa de mensajes que reciben las personas, se tienen que abrir nuevos caminos y encontrar maneras para abarcar todo lo necesario. Ya que sí es de vital importancia para el sostenimiento de los medios y el uso adecuado del televisor.